Rafa Nadal y Miley Cyrus

El domingo fuimos testigos de dos momentos contrapuestos pero que, sin embargo, influyen tanto en los jóvenes de España como del resto del mundo.

Rafa Nadal ganó Roland Garros y regresó a la cima del tenis mundial, sintiendo la satisfacción del trabajo realizado con constancia y esfuerzo en el último año. Mientras, Hannah Montana (álter ego de Miley Cyrus) se convertía en un híbrido entre una mujer venida a menos y una niña que se ha saltado la adolescencia para convertirse en ídolo de masas.

Es la diferencia que había entre el público de París, entregado a un Nadal feliz por el trabajo realizado, y la audiencia de Cyrus en el Rock in Rio de Madrid, que alucinando con lo que veía, regresaba a casa sintiéndose estafada. Hanna Montana no sólo había decidido echarse al cuerpo 10 años más, sino que además, con la carga de provocación sexual de su espectáculo, manifestaba su desdén hacia el público infantil que hasta hace cuatro días le daba de comer.

Es aquí donde se puede ver la grandeza de quienes trabajan duro por lograr su meta, sin más afán que dedicarse a lo que les gusta y esforzarse para ser mejores y quienes, aprovechándose de la fama recogida durante los últimos años, deciden olvidarse del público que siempre les apoyó para buscar un lugar en el mundo que, por el momento, no les corresponde.

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