La política es como es

Todo es política, incluso el ir y venir de las mareas, consensuado seguramente entre sirenas y tritones, o impuesto hábilmente por el partido lunar al viejo y reumático Neptuno. Todo es política: el calvario de Montse, las matanzas de palestinos, los inviernos cálidos, el tedio de los domingos, el mosqueo de los ginecólogos y el éxito de algunos jóvenes novelistas extremadamente analfabetos. El sabor del pan, el color del aire, la morena del telediario, la ola de violaciones, el precio del dinero... todo es política. Todo menos, curiosamente, la política. 

O, al menos, eso que se suele vender en este país como política, que no es otra cosa que el eco cotidiano, plomizo e insustancial de los equilibrios y combinaciones que hacen los políticos profesionales para conservar el cargo, el escaño, el privilegio, la parcela de poder, la fama o, simplemente, el empleo. Que si fulanito ha dicho esto o lo otro de menganito, que si ponen a éste y quitan a aquél, que si los de Joselito dominan en la ejecutiva a los de Belmonte, que si pitos o que si flautas, el caso es que nadie habla de política, de verdadera política, jamás. Cuarenta años (cincuenta y uno según otros cálculos) de astenia pública y de perversión política no pasan en balde, y no hay que olvidar que la inmensa mayoría de nuestros políticos se criaron a los pechos yermos de ese interminable paréntesis de la historia. 

Muchos de ellos, por no decir la mayoría, jamás tuvieron una sola idea, casi todos vivieron y medraron confortablemente instalados en el sistema, una buena parte carece de una mediana cultura general y ni uno solo tiene dotes de orador, lo cual en un parlamentario, en un tribuno es, como se sabe, el colmo. La prensa les da un desproporcionado cuartelillo y esa es su agua de mayo, aunque a veces tienen que pagar ese servicio dimitiendo o dando más explicaciones de las que les gustaría. Bandidos, lo que se dice bandidos, son sólo unos pocos, la misma proporción que entre las personas normales, pero tarambanas, badulaques, incompetentes y desangelados lo son la mayoría. Políticos de pega, de andar por casa, pretenden sobrevivir a base de ser sólo decentes.

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