Comienza la cacería rumana

Ha comenzado la «gran cacería». Coincidiendo con la difusión de las imagenes de la ejecución del ex presidente Nicolás Ceaucescu y de su esposa Elena, el «Consejo del Frente de Salvación Nacional» que gobierna Rumanía ha anunciado la constitución de tribunales militares extraordinarios para juzgar a los implicados en «actos terroristas». Aunque se sigue hablando de «comandos libios e iraníes expertos en guerrilla urbana», cada vez está más claro que los denominados «terroristas» son tan solo un puñado de agentes de la «Securitate», que disparan tratando de huir o por temor a ser linchados por la multitud.

A pesar de su tenebroso historial represivo, el grueso de las fuerzas de la «Securitate» se unió desde las primeras horas, al menos oficialmente, a la «revolución». A partir de ahora, en lugar de tener carácter autónomo, pasan a depender del ministerio de Defensa. En tiempos de Ceaucescu los mandos de la policía política tenían más poder, mejor paga y muchos más medios que los militares. Los juicios se realizan por el procedimiento de urgencia y las sentencias, casi siempre el fusilamiento, se aplican de forma inmediata. Tras una semana tumultuosa en la que se han producido millares de muertos, centenares de incendios y ha saltado en pedazos uno de los régimenes más surrealistas y opresivos del mundo, Rumanía recupera la normalidad.


Ayer, por primera vez, la población ha retornado al trabajo. Hay vehículos blindados, soldados, policías y controles por todos lados, pero las calles estan siendo limpiadas de escombros y los desabastecidos comercios reabren sus puertas. Una de las primeras mediadas del nuevo Gobierno ha sido derogar la prohibición del aborto y la odiada «Ley de Sistematización», por la cual estaban siendo arrasados todos los pueblos con menos de 3.000 habitantes y sus habitantes concentrados en «granjas-industriales». Junto con la autorización del aborto se elimina la obligatoriedad que pesaba sobre todas las mujeres de llevar al día una «ficha ginecológica» y pasar regularmente exámenes sexuales. La medida, impuesta personalmente por Elena Ceausescu, tenía como objeto estimular la natalidad entre la población «racialmente rumana». Los Ceaucescu insistían en que Rumanía es una «isla latina» en medio de un «amenazador mar eslavo». Sostenían que para sobrevivir como nación era necesario que aumentara el porcentaje de «descendientes del cruce de dacios y legionarios romanos», en detrimento de las minorías de origen húngaro, alemán o gitano.

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