La persecución televisiva

La prensa escrita no ha sido -ni mucho menos- el único blanco de la cólera thatcheriana. La BBC ha sufrido, aparte de los ya citados, otros muchos acosos oficiales. A principios de 1987, la policía registró los estudios de la BBC en Glasgow y secuestró varios episodios de Sociedad secreta, una serie cuya transmisión ya había sido prohibida por la dirección misma de la BBC. Uno de los programas era especialmente contencioso. 

Hecho por el reportero investigativo Duncan Campbell, revelaba que la Gran Bretaña estaba desarrollando un satélite espía, «Zircon», alegando que, contra lo legislado, el proyecto no había sido revelado al Parlamento. 

(Dos días antes, la policía registró también el domicilio londinense de Campbell y los de dos colegas, así como la oficina de la revista semanal, The New Statesman, que había publicado trasuntos de los programas). También en 1987, el Gobierno impidió la transmisión de una serie en el cuarto canal de la radio pública, Radio 4, que trataba de la responsabilidad de las fuerzas de seguridad. 

La televisión independiente tampoco ha eludido la ira del régimen. En abril de 1988, el entonces ministro de Exteriores, Sir Geoffrey Howe, pidió a Lord Thomson, presidente de la IBA (Autoridad de Radiodifusión Independiente), que aplazara un documental, Muerte en el Peñon, sobre el asesinato de tres miembros desarmados del IRA irlandés en una calle de Gibraltar. Sin embargo, la IBA aprobó la transmisión.

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