Los genios reales

Hace ya muchos años que se considera a Mussorgsky como el más genial del grupo de «los cinco». Un genio auténtico al que se le reprochan sus imperfecciones, su escasa preparación técnica y, por consiguiente, sus «faltas académicas». 

Es posible que molestasen esos supuestos descuidos, pero yo creo que molestaba mucho más la confianza del músico en su propio talento. Tchaikowski decía: «Escribe todo al como se le viene a la cabeza, pues cree ciegamente en su infalibilidad». Rimsky-Korsakov, con su mejor intención, «corregía» los errores de su amigo.

No faltaba mucho para que Debussy y Dukas proclamasen a Mussorgsky como un artista único, un vidente libre de recetas y fórmulas anquilosadas. Desgraciadamente la convicción de Mussorgsky, su fe en sí mismo, no le llevó al éxito y a la felicidad, sino al alcohol y a la autodestrucción. Es lástima que no se haya interpretado el original del Monte Pelado, sino el libre arreglo de Rimsky. Pero la bella página era buen preludio para las canciones orquestadas por Markevitch y los deslumbrantes Cuadros. Todo un panorama de hermosura. Musssorgsky ha tenido suerte con los orquestadores. Rimsky, que arregló varias de sus partituras, y ravel, autor de la magnífica versión sinfónica de los Cuadros, se cuentan entre los grandes especialistas de la historia.

Markevitch, compositor y director, fue también un profundo conocedor de los secretos de la orquesta. Las Canciones fueron dichas por la veterana Elisabeth Söderström con expresión y gracia. La cantante sueca ha perdido potencia y calidad de timbre, pero conserva el estilo y la intención musical. Simonov es un director seguro, firem y eficaz, que logró buenos resultados con la orquesta. En su gesto hay varias cualidades que provienen de la gran escuela en que se formó y que apreciamos mucho. En primer lugar, la independencia de los brazos, que permite una mayor flexibilidad en las indicaciones. Ahora, casi todos los directores, hasta los muy buenos, marcan con los dos brazos en un movimiento simétrico y especular. En segundo, dirige con la batuta. Esto parece una tontería, pero no lo es. La batuta suele ser una prolongación del antebrazo, como si se tuviera la muñeca escayolada.

No sé para qué diablos necesitan los directores ese apéndice, si no lo usan en su verdadera función, con soltura en la muñeca. Los Cuadros lograron una versión brillante, que hubiera mejorado más con preparación. Muy bravos y valientes los solistas. Se aplaudió largamente a la cantante y al director, con doble participación de la Orquesta: sus profesores recibieron los aplausos y aplaudieron a Simonov.

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