Michael Schumacher purgando su fallo

Michael Schumacher, a quien todos en su equipo llaman «Schumi», sigue siendo el piloto más rápido del mundo y quiere seguir siéndolo en 1998. «Esta es una buena máquina, la mejor y estará pronto a punto», de Andalucía, tras posar ante la prensa alemana en una mañana tan soleada como tormentosa para los mecánicos de Ferrari.

En dos ocasiones usaron los extintores para aplacar los malos humos del impresionante Ferrari 300, la nueva máquina de 2997 cc, inyección electrónica digital («y 700 cavallinos», bromeaban los italianos), un pecado menor teniendo en cuenta que se trata de un monoplaza con un revolucionario motor totalmente nuevo.

Los problemas se centraron esencialmente en el nuevo sistema de control de cambio secuencial semiautomático, que necesitó varios ajustes mecánicos y electrónicos, así como en el control del acelerador.

«Cosas lógicas de la nueva tecnología de este modelo, pero que subsanaremos hoy», exclamó «Schumi», mientras daba cuenta con fruición de una espléndida naranja española (tan caras en su país).

Ferrari raramente falla. Schumacher, en cambio, purga su fallo, el volantazo que dejó tirado a Villeneuve en Jerez el pasado 26 de octubre de 1997, en el Gran Premio de Europa. Una maniobra poco decorosa que no tuvo tan alto coste moral y profesional para él como se esperaba, pero que ha servido, al menos, para bajarle bastante los humos.

Quizás por eso, no puso pegas a los numerosos e insistentes periodistas gráficos y posó sonriente para todo el que lo pidió, hasta cuando almorzó al sol de Jerez con su esposa Corinna. Un menú ligero y vegetal, supervisado por su chef personal, Francesco Leonardelli, al que llama «Bruce», y su fisioterapeuta (realmente casi un gurú para el germano), el indio Balbir Sinh.

La comida, fresca y del día, suelen comprarla en cada país, excepto el «muesly» (nutritivo compuesto de frutos secos), que Schumacher se trae especialmente de Alemania en su Challenger 50, un soberbio birreactor valorado en 14 millones de dólares que le llevará el sábado de vuelta a Alemania junto a su mujer y parte del equipo.

Claudio Berro, director de comunicación para la prensa deportiva de Ferrari, consideró «lógicos» los problemas de ayer, que obligaron a Schumacher a regresar a su box una y otra vez, mientras Irvine probaba con éxito en el anterior coche, el F.310B, los nuevos neumáticos, que desde este año tendrán dibujo, según las modificaciones introducidas en el reglamento por la Federación Internacional de Automovilismo (FIA).

Irvine, un tipo simpático, también tiene avión personal, un birreactor Falcon 10, algo más antiguo, pero con el que se planta en dos horas en Milán, su segunda residencia europea.

«Todo es nuevo, el cambio es diferente porque ahora es longitudinal, y no transversal, y su puesta a punto es complicada», dice Berro.

A su lado, Ross Brown, ingeniero jefe y coordinador técnico (el mecánico favorito de «Schumi»), asiente con la cabeza y afirma: «Todo está solventado, lo que esta mañana ha sido un problema ya no lo es esta tarde. Se trata de la primera puesta en pista fuera de nuestro cuartel general de Fiorano».

Fuera, en la zona de pit lane (pista de acceso a boxes), los técnicos de Ferrari, con ordenadores personales, controlan las pruebas en el circuito a través de un sistema integral de cronometraje por radio (Integrated Timing System, ITS).

Todo es tecnología, pero sin el hombre no hay carrera. Y por eso se le cuida. Schumacher dispone de un tecnogimnasio propio («wellness center»), montado sobre un trailer y diseñado expresamente para el equipo Ferrari (Irvine lo usa poco), equipado con ducha, sauna y sala de masajes, realizado en madera y acero inoxidable, valorado en 84 millones de pesetas.

Todo es poco para mantener en forma a un excepcional piloto, cuyo corazón llega a latir 180 veces por minuto mientras rueda a 300 kilómetros por hora en un gran premio.

La rígida suspensión de los monoplazas de Fórmula Uno transmite directamente al cuerpo del piloto todas las ondulaciones del asfalto, sin tener en cuenta el esfuerzo que supone no poder variar de postura encajado en un habitáculo a medida durante dos horas.

Michael Schumacher, nacido en 1969, está obsesionado por su forma física. Basta echar un vistazo a una foto de 1993 junto al empresario Nerio Alessandri (presidente de la compañía que le ha diseñado el gimnasio móvil) para comprobar que ha reducido peso y ganado en musculatura.

Está más agil. Por las mañanas dedica un par de horas a una sesión de entrenamiento cardiovascular. Confiesa que, si hace buen tiempo, le gusta pedalear «de verdad» en una bicicleta de montaña, antes que hacerlo con la fija, en el gimnasio, donde nunca sube de los quince kilómetros por hora.

Por la tarde se pone en manos de su fisioterapeuta, para relajar los músculos después de las carreras ó entrenamientos. Ejercicios de espalda, abdominales, brazos y hombros, una ducha caliente y nuevo.

«Creo que en la Fórmula Uno todo se hace al límite. Un gran premio es un esfuerzo mental y físico terrible, por lo que un buen piloto tiene que disponer de reservas de energía suficientes que pueden ser fundamentales para resolver una situación delicada. Me cuido porque quiero conducir mi coche en buena forma desde el primero hasta el último segundo de carrera», explica.

«Realmente es mucho más fácil mantenerse en forma fuera de la competición, en las pocas semanas que descansamos, que durante ella, por razones obvias. En invierno, cuando estoy en Alemania, suelo dedicar a la gimnasia de dos a tres horas, por eso agradezco disponer de un gimnasio totalmente equipado durante las carreras. Es una buena ayuda».

Entre gimnasio y pilotajes, el piloto alemán se reunirá hoy en el circuito con Pedro Pacheco.

El piloto alemán no ocultó ayer su vivo deseo, «porque este es un magnífico circuito», de que Jerez pueda contar en 1998 con un gran premio de Fórmula Uno, circunstancia que, probablemente, no se confirmará de forma oficial hasta que a mediados de febrero el presidente de la FIA, Max Mosley, se entreviste con el secretario de Estado para el Deporte, Pedro Antonio Martín, y hasta que la Junta de Andalucía no llegue a un acuerdo de participación estable en Cirjesa.

Schumacher preguntó ayer, casi afirmando: «Pero, ¿este año habrá de nuevo en octubre Fórmula Uno en Jerez?». Los interlocutores, españoles y vinculados al circuito, respondieron: «Eso depende del dinero y la voluntad de arreglar las cosas». A lo que el piloto replicó: «Pues que lo arreglen, que este circuito es magnífico para correr. Seguro».

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