La noche de los fichajes rotos

Noche aciaga para el fútbol español la del miércoles, y mina para los informadores, que encontraron inspiración, sobre todo, en los caóticos partidos del Madrid y el Barcelona. La Vanguardia, que califica de «genialidad fatídica» la decisión de Cruyff de cambiar a Julio Salinas por Alexanco en el centro del ataque, reconoce que la renuente afición del Barça respondió bien esta vez, si bien «el público empujó al Barça, pero no pudo clasificarle». A consecuencia de lo cual, seguramente, «la utopía se desvaneció en la prórroga».


Sobre el partido, o reyerta tabernaria, jugado en el Bernabéu entre los máximos rivales transnacionales, Real Madrid y Milán (al que muchos locutores perseveran en llamar Mílan), La Vanguardia se expresa con prudencia: «Si en la primera parte los madridistas equivocaron su juego (...), en la segunda el error del Madrid fue todavía mayor. No sólo perdió las ideas, sino también la cabeza». Pero son los rotativos madrileños los que, como es natural, más énfasis ponen en la descripción de la noche triste. ABC, que titula «1-0: El Madrid quiso jugar a ser héroe y sólo consiguió morir jóven», ofrece una sustanciosa crónica del partido debida a Ignacio Torrijos: «No hubo partido», dice, y añade: «No se clava un poste sin cavar previamente el agujero. El Real Madrid hizo algo peor que fallar: renunció al juego». Por eso, los jugadores blancos «vociferaron, encresparon, alborotaron. Lo justo para dar la razón a Voltaire: 'Me gustan poco los héroes; hacen demasiado ruido». El País, por su parte, abunda en lo mismo, aunque la lucha le pareció menos heroica todavía: «El Madrid se perdió en una pelea callejera». A. Martínez Roig, el cronista del partido, repara en la brutal persecución a que fué sometido Van Basten, «que era recibido con las botas bien,afiladas cada vez que recibía el balón». J.D. González, su colega de D16, abunda en los mismo y titula: «Las pinturas de guerra no asustaron al Milán». Y tampoco el fantasma del «miedo escénico»: «El Milán le levantó la sábana en ocasiones con guante de seda (Donadoni, Van Basten, Rijkaard y Baresi), y en otras apartándola de un manotazo cuando el dichoso fantasma se ponía excesivamente pesado (Maldini, Costacurta, Ancelotti y Baresi, siempre Baresi)». Por último, Ya se deshace en adjetivos melancólicos: «amarga victoria», «triste adiós», «espectáculo deplorable», y El Independiente habla de que el Madrid hizo «más teatro que fútbol». Teatro de gladiadores, qué duda cabe.

Deprimente fue, en verdad, el espactáculo que el grupito de fichajes millonarios dió sobre el césped, pero no son los del fútbol los únicos fichajes fabulosos, y así precisamente, «Fichajes millonarios», titula La Vanguardia un reportaje firmado por Sebastián Tobarra sobre lo que ganan ultimamente los ejecutivos. «La gran demanda de directivos de empresa dispara los salarios», dice Tobarra, y continúa: «Los niveles salariales del personal contratado suelen comenzar a partir de los 7 millones anuales, con fuerte predominio del segmento que abarca de los 9 a los 11 millones, cantidades por las que "fichan" el 38 por ciento de los ejecutivos. Los salarios se estan situando en las nubes, y en algunos casos, cuando se trata de supe fichajes, llevan añadidas ventajas tales como coche a cargo de la empresa, vacaciones pagadas, tarjeta de crédito disponible así como el pago de los colegios de los hijos». En plan Butragueño andan, pues, los ejecutivos: «Un banco mediano, tirando a pequeño, acaba de fichar a un ejecutivo que no llega todavía a los cuarenta años por algo más de 100 millones de pesetas anuales». Ahora bien; como el rendimiento sea el mismo que el de sus colegas del balón, lo lleva crudo el sector empresarial. Y llegamos a Stalin, del que el corresponsal de ABC en Moscú, Alberto Sotillo, habla recordando el régimen no sólo de terror, si no también de expolio históricoartístico, que instauró en la Unión Soviética. Los cuadros desaparecían como las personas, como pueden dar fe los miembros de la Comedie Francaise, que luego de visitar la Galería Tretiakov de Moscú y «expresar su admiración por el lienzo "Paisaje sobre el río Oka" de Vasili Polenov, tuvieron la sorpresa de que al volver al hotel se encontraron de nuevo con su cuadro favorito, que el Gobieno soviético les regalaba».

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