Lisbeth Salander de nuevo a la palestra

Tras el éxito de La red social, David Fincher, aclamado director de Zodiac, El club de la lucha y Se7en, aceptó el encargo de dirigir una nueva adaptación cinematográfica de las aventuras detectivescas de Mikael Blomkvist y Lisbeth Salander. Ya habían hecho una en Suecia (dirigida entre Niels Arden Oplev y Daniel Alfredson, y protagonizada por Michael Nyqvist y Noomi Rapace), pero el éxito internacional de los libros obligaba a una reinterpretación made in Hollywood. La primera entrega de esta nueva versión está protagonizada por Daniel Craig (el último James Bond, en el papel de Blomkvist) y Rooney Mara (en el papel de la heroína cyberpunk Salander) y que llega el viernes 13 de enero a los cines españoles bajo el título de Los hombres que no amaban a las mujeres.

Craig, Fincher y Mara estuvieron ayer en Madrid para defender esta nueva adaptación, notable en interpretaciones y en el apartado formal (increíble ambientación sonora, aderezada con la música de Trent Reznor y Atticus Ross), donde se nota la inversión de tiempo y esfuerzo. Lástima que no se pueda sacar mucho de donde no hay y que la principal huella que esté dejando la película sea una línea de ropa inspirada en Salander y lanzada por otros genios suecos en esto del consumo masivo y barato: la firma H&M.

«La historia se puede entender en todo el mundo», explicaba ayer Fincher. «Pero la relación entre los dos personajes, que era lo que me interesaba por encima de asesinos en serie o el concepto de mal, es inherentemente sueca: Esta fachada de sociedad igualitaria que esconde el problema de un socialismo hecho sobre las ganancias a costa de la guerra».

Fincher es consciente de que, más allá de las lecturas sociales (corrupción, abuso de poder, misoginia, abusos sexuales, totalitarismos) que dejan caer los libros, la principal baza de su adaptación recae en el personaje de Salander. «Es una mujer definida por los hombres que se mueven a su alrededor. Por eso me gusta pensar en ella mediante este encuentro con Mikael , un hombre que cree saber qué es el mal, pero al que Lisbeth abre los ojos y le demuestra que no tiene idea, que ella sí que conoce la maldad».

En ese sentido, el director quiso huir del retrato de Salander como una «pateadora de culos» masculinos o una «superheroína hacker». Prefirió hablar de «una mujer cansada de recibir por todos los sitios y que no quiere aguantarlo más. Emocionalmente es como una niña de 13 años, pues en ese punto se cortaron sus relaciones con el resto de las personas. Pero prefiere esa situación antes que volver a estar subyugada».

Tan parca en palabras como su personaje, Rooney Mara no acierta a definir su personaje como propio de estos tiempos confusos. A lo sumo, apunta un posible punto en común con Lisbeth. «Igual que todos conocemos casos de gente que ha abusado de su poder, en algún momento todos nos hemos sentido incomprendidos o marginados. E, igual que Lisbeth, todos queremos superar eso».

Más suelto se mostró Daniel Craig, actualmente metido en pleno rodaje de la nueva entrega de James Bond, en la que participa Javier Bardem en el papel de malvado. Para él, Mikael Blomkvist ha sido un bálsamo entre tanto 007. «Una de las razones por las que quise hacer esta película, aparte de por ser de David Fincher y de estar basada en un gran libro, es porque quería ser normal: un hombre con problemas con su hija, que tiene demasiadas relaciones con mujeres y que tiene una grandeza moral en su interior. Es importante destacar que, tratándose de un thriller, mi personaje huye y se esconde cuando se encuentra en problemas. Exactamente igual que haría la gente normal».

Una normalidad que no tiene por qué traducirse en ausencia de profundidad. Ayer se mostró muy feliz de haber dado vida a un periodista. «Algunos de mis mayores héroes son periodistas y escritores, como el caso de Robert Fisk. Gente que dijo lo que no se debía decir en el momento adecuado y que, como Anna Politkovskaya, lucharon por aquello en lo que creían aun a costa de su vida. Por eso en este momento, más que nunca, es importante destacar el papel tan importante que juegan en una sociedad como la nuestra. Necesitamos gente que investigue y que trace líneas morales», explicó Craig. «En el caso de Blomkvist, hay mucho del propio Larsson, y es que ambos lucharon contra la corrupción y contra un gobierno de gangsters».

En ese sentido, denunció el conformismo que se está asentando en Europa respecto al poder: «Hemos llegado a aceptar que siempre haya algún tipo de abuso por parte de los políticos, aunque para mí lo verdaderamente interesante es que no sabemos quién está mandando de verdad, si el poder político o el económico. Caminamos hacia un tipo de sociedad complaciente, y eso es peligroso, porque acaba conduciendo a los extremismos».

Apasionado del Liverpool (en el chat que mantuvo ayer con los lectores de elmundo.es afirmó: «Lo que me entistece es Torres se tuviera que ir a un equipo basura como el Chelsea»), Craig define la adaptación de Fincher como «una novela gótica nórdica, que es como tenía que ser, de acuerdo al espíritu del libro». En ella, «uno de los principales atractivos es la relación entre ambos personajes. No deberían estar juntos, porque vienen de mundos muy distintos. A pesar de que viven en la misma ciudad, la posibilidad de que se encuentren o incluso de que se gusten es muy remota. Pero consiguen una química muy especial trabajando juntos». Lo que más le gusta de esa relación, afirmó ayer, «es esta honestidad inmediata entre ambos. Está esta mujer que ha sufrido abusos y a la que la vida ha golpeado, principalmente a través de figuras masculinas, y que se encuentra con este hombre que le dice: 'No me importa quién eres, pero te necesito'».

Puesto a descifrar una posible clave del éxito de las novelas de Larsson, Craig bromea: «A todo el mundo le gusta el sexo. Incluso a tu madre. Es horrible saberlo» [Risas]. Pero, claro, no se trata de un erotismo agradable. «Me gusta», explicó ayer el actor, «que sea una película adulta en la que las partes sexuales no son sexies, sino bastante difíciles».

Y, de nuevo, el mal: «Mi personaje, igual que los espectadores, descubre el mal a medida que la película avanza. Como seres humanos, esperamos que no haya maldad, que no estemos en una sala donde haya alguien que nos quiera cortar en trocitos muy pequeños».

«En cierto modo», apuntó en otro momento Fincher, «todos los dramas giran en torno a la maldad. ¿No es La Guerra de las galaxias una lucha del bien contra el mal? ¿Y El señor de los anillos? Todo es una cuestión de dimensiones».

Dimensiones que, no por muy grandes, intimidan al director. «Mi trabajo es ignorar la angustia de todo el mundo. Me gasto un cuarto de millón de dólares al día mientras digo: 'Oh, podríamos hacerlo un poco más así o de este otro modo'. Estoy acostumbrado a la presión y no me intimida que se trate de un libro que han leído millones de personas. No me doy cuenta de cuántos foreros vociferantes discuten las decisiones de casting o lo que sea. Para ser honesto, nunca cambiaré nada. No me paro a pensar si voy a ser juzgado. Si no hubiesen juicios de opinión, ¿por qué necesitamos entonces internet?».

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