Robert Redford a sus 76 años

Robert Redford llevaba tiempo resistiéndose a la tentación de catapultar Sundance más allá de las cumbres de Utah. «Por mi propia experiencia personal afirmo que el éxito puede tener un lado muy peligroso», confesó ayer, en la puesta de largo de su festival en Londres. «El éxito puede amenazar por completo lo que haces y hay que saberlo gestionar». 
Aquí está pues Redford a sus 75 años, con su sano bronceado de montaña, arropado a la guitarra por el inmortal T-Bone Burnett y castigando de entrada a David Cameron en su semana más negra... 

«Nuestro Primer Ministro ha pedido a la industria que haga un cine más viable y comercial», le informaron. «A lo mejor eso explica por qué Cameron tiene tantos problemas últimamente», respondió sin rodeos Redford. «No se puede tener una visión tan estrecha del cine». 

Redford llegó a Londres como su tocayo De Niro se fue a Qatar, en calidad de embajador del otro cine americano y sin ánimo de convertir la cosa en una aventura personal. Pero el padre de Sundance no pudo eludir el peso de su pasado como vieja estrella del viejo Hollywood, y la inevitable frustración que le llevó a alumbrar Sundance... 
«Hice algunas películas buenas y otras no tan buenas. Pero digamos que mi paso por Hollywood me dejó un poso de insatisfacción, y de ahí fue donde nació la idea del festival. Sentí la necesidad de arriesgar, y salí al encuentro de mucha gente más joven que partía de la misma situación. Y así fue como empezamos, con un pequeño cine que nos prestaron en Park City, porque Sundance, lo que se dice Sundance, está un poco más arriba y está casi siempre lleno de nieve. A veces pienso que ese lugar no existe, que se trata más bien de un estado mental». 

Los hermanos Coen, Quentin Tarantino, Robert Rodríguez o Steven Soderbergh fueron algunos de los hijos predilectos de Sundance. A Londres se ha traído esta vez a un puñado de pujantes directores cvomo Kristi Jacobson (Finding North) o Sheldon Candis (LUV). Una larga veintena de películas que ya vieron la luz en el Sundance original llegarán a las pantallas gigantes del O2 de Londres, que contará el martes con un invitado muy especial: el príncipe Carlos, narrador y protagonista de Harmony, el documental que narra su estrecha relación con la naturaleza (una pasión compartida con el padre de Sundance). 
Todos los reflectores apuntan peligrosamente estos días hacia Redford, que por fin nos revela la clave para torear sabiamente al éxito y eludir la posibilidad de una cornada traicionera.. 

«Uno no puede vender el alma al diablo por afán de reconocimiento o por dinero. Tienes que tener siempre muy en cuenta quién fuiste y quién eres para saber lo que quieres llegar a ser. Y algo así es lo que me planteo constantemente con Sundance, que no puede olvidar nunca sus orígenes aunque ahora se haga global». 
«Nuestra meta en Londres es la misma que en Utah», palabra de Redford. «Queremos asegurar que la gente vea películas que rara vez llegan a los circuitos comerciales, satisfacer el hambre por ese otro tipo de cine con una visión más personal, más humanista y más experimental que aspiramos a representar». 
Redford mira por unos momentos hacia atrás, recuerda películas como El Golpe, Dos hombres y un destino y El Gran Gatsby, y celebra la suerte de haber podido alternar el juego de Hollywood con su apuesta personal. En poco tiempo estrenará nueva película como actor-director (The company you keep), aunque antes llegará incluso en su vertiente como documentalista con una reconstrucción de Todos los hombres del presidente que aspira a remover los fantasmas del Watergate. 

En su papel de cineasta liberal, no ha podido renunciar a la tentación de participar a su manera en la campaña electoral y recordar el secular rechazo de la derecha dura a culaquier manifestación cultural: «Perciben el arte como una amenaza porque el arte, en el fondo, siempre ha sido un agente de cambio». 

Poco o nada hay que temer, advierte, a lo que se hace hoy en día en Hollywood: «Tengo la sensación de que la tecnología ha llegado demasiado lejos y se ha hecho demasiado grande. Se hacen películas cada vez más deshumanizadas, y tengo mis más y mis menos sobre la tecnología 3-D. Puede acabar implantándose o puede desaparecer. La audiencia es al final la que manda y decide». 

Redford asegura que otro de sus objetivos es trasplantar a Londres la alquimia que se produce en Sundance entre los cineastas y la audiencia: «El festival nació al fin y al cabo como un punto de encuentro. Hay un «hambre» por otro tipo de cine, que es también un hambre por conocer la tremenda diversidad de mi país, tan poco representada por Hollywood». 

Siguiendo el camino inverso de SXW en Austin, Sundance se hace más musical que nunca a su paso por la capital británica, con Tricky, Martina TopleyBird, Placebo o Common poniendo el contrapunto a las proyecciones de rigor. «El cine es cada vez más híbrido y se está enriqueciendo del diálogo cada vez más estrecho con otras artes», sostiene Redford, que rompe una última lanza por el ascenso irresistible del documental: «Contradictoriamente, en la era de internet es cada vez más difícil encontrar la auténtica verdad. Para eso tenemos ahora el cine...».

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