Vírgenes que han parido dos veces

Los tetrarcas temen que la limpieza que se inició en la metrópoli llegue con el tiempo a las extremidades. A los cómplices del felipismo los están moliendo, como se muelen ajos en un mortero, y tiemblan ante el infortunio que también a ellos les puede llegar en el zafarrancho. 

Temen a los periódicos, se han guarecido en su rincón y piden para todos la oscuridad de que gozan. La peor inteligencia, la más grande estupidez es creer que la verdad que abrasa deba ser protegida por alguna listeza, o trampa, o ardid. En nombre de lo que ellos llaman estabilidad se han cometido toda clase de estafas. A partir de ahora cuando escuchemos los vocablos secretos: Estado, fondos reservados, seguridad nacional, echaremos mano a la cartera. Todas las preocupaciones, suspicacias, controles, frenos, comisiones, investigaciones, averiguaciones han sido pocas y lo peligroso no ha sido la prensa, sino la confianza necia en unos políticos que tomaron el poder en el 1982 y que muchos de ellos lo utilizaron en su provecho. 

Parecían vírgenes y ya habían parido tres veces. Lo que brota, lo que fermenta, lo que nace, lo que se pudre, lo que arde en esta hora convulsa y apasionante de la política ya no puede taparse en nombre de la gobernabilidad. En nombre de la gobernabilidad nos han timado los echacuervos, que según el Lazarillo de Tormes eran aquellos que con embelecos, y mentiras engañaban a los simples por vender sus ungüentos. La sociedad tiene el derecho y la obligación de pedir y ajustar cuentas a unos funcionarios, representantes y administradores que usaron el dinero de las cloacas en aumentar su patrimonio. 


Pocos periódicos han demostrado, una vez mas, que el descubrimiento de la tostada se debe casi siempre a un puñado de osados. En todas las épocas los triunfos de la libertad se han debido a minorías, a pequeñas élites, y en la modernidad, en muchos casos, a los periodistas. Hemos presenciado, metiéndonos la galleta en los ojos durante el desayuno, como eran ladrones los propios alguaciles. La contienda entre el poder corrupto y la prensa no admite a estas alturas pactos de silencio. Otra cosa es que cuando se vayan los que hoy mandan se idee algun tipo de amnistía o perdón para todos aquellos que adoraban la arbitrariedad, la trampa y el abuso. Recuerdo ahora los histéricos oyentes, lectores y hasta periodistas que tan bien hablaban de los sucesivos ministros del Interior, que halagaban sus instintos autoritarios, que perdonaban al GAL

Recuerdo cuanto se admira en este país a los que patean las puertas. Miren en qué ha terminado esa complacencia con la arbitrariedad y la fuerza. Interior estaba envenenado hasta las entrañas y ahora sólo una cirugía radical puede salvarlo. La banda que tomó ese Ministerio abusó de su poder sin freno alguno.

A punto de irnos a pique- La situación era muy complicada pero se enderezó el doce de junio de este año. Menos mal que de las últimas elecciones surgió una alternativa y no brotaron pequeños partidos antisistema. La participación fue extensa en todo el país y hay una salida política. Pero hemos estado a punto de irnos a pique. La regeneración fue posible, en parte, porque cayó sobre los corruptos con dientes y uñas, y también atacó a los que se creían los amos, abusaron de su poder, mantuvieron posiciones privilegiadas en la impunidad total, con el consentimiento y la complicidad de los poderes más reaccionarios. El precio de la democracia es la vigilancia radical de los ciudadanos, de los periódicos. Partió de la máxima democrática de que cualquiera que ejerza el poder puede volverse loco, cualquiera puede sentirse Napoleón Bonaparte como le ha ocurrido a Felipe González y a sus napoleoncitos, que así se llama en argot a los guardias.

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