Luis Roldán salía a la calle escondido

Otro que se ha cargado el cargo. Luis Roldán tiene motivos para sentirse satisfecho, desde el cinismo impávido con el que se muestra en público. La duda razonable que le ronda se reduce a si cobró comisiones por la adjudicación de construcciones de cuarteles y si utilizó fondos reservados para gratificar a altos jefes y funcionarios. Lo primero pertenece chuscamente a su intimidad, y lo segundo es por su propia naturaleza secreto. No teniéndole por ingenuo, de haber sido venal habrá enredado en vericuetos inextricables o evanescentes las huellas de sus malos pasos, y en España, por tradición y legislación, las «acusaciones económicas» prosperan menos que las palmeras, y defenderse de ellas no es tarea ciclópea.

 El Gobierno y particularmente el ministro Asunción y sus antecesores socialistas en la cartera de Interior, no digo yo que amparen a este supuesto afanador, pero por razones que a todos se alcanzan no se van a deslomar ayudando a jueces y parlamentarios a poner en claro lo que conviene que permanezca turbio. Sea como fuere la abyección moral del personaje, mentiroso hasta en su «curriculum» académico y profesional, ya ha quedado patente. Ningún ciudadano con la conciencia tranquila, y más si acaba de abandonar un cargo público de la jerarquía del suyo, se niega a razonar su patrimonio ante una comisión del Congreso, tal como hace este sujeto agarrándose al clavo ardiente de su privacidad. 

Antes al contrario, viendo cuestionada su honorabilidad, se apresuraría a dar con publicidad pelos y señales de lo suyo, haciéndolo además desde la indignación y no desde la cara de póker que se le ha puesto al ex jefe de los guardias.

Pero la miseria de este espejo de preclaros varones alcanza su cénit cuando, jaque, ilustra a los diputados que le inquieren que él tiene mucha basura guardada en su casa (¿en cuál de ellas?), para aliviarles de seguido, sobrador, aduciendo que nunca la usará. Si ante tan explícita amenaza chantajista, propia de chulo de taberna, Sus Señorías no requirieron de un ujier que acompañara hasta la puerta a este perdonavidas, es que hasta la más sencilla dignidad ha abandonado a nuestra clase política, acostumbrada mansuetamente a pasar por carros y carretas. Porque probablemente sea en esto en lo único en lo que Roldán no hurta la verdad. 

Por años ha dirigido uno de los grandes servicios de información del Estado y es inevitable su conocimiento de famas, haciendas, debilidades, pecados e infamias de ciudadanos e instituciones relevantes. ¡Claro que tiene basura en casa!, y por eso está tranquilo y chalanea en los restaurantes con los nuevos responsables de Interior. Roldán permanece tan seguro de su impunidad como Amedo de su indulto. 

El verdadero poder lo da la información y no el dinero. Este caso, política y judicialmente, se va a quedar en agua de borrajas, así pasen los meses. La pregunta inquietante es ¿cómo un personaje de esta ralea ha logrado encaramarse hasta la dirección de un cuerpo militar de sesenta mil hombres y mujeres? Hete aquí la cuestión, porque este despropósito no puede ser una casualidad.

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