Los que asesinaron a los jesuitas

La testigo presencial de la matanza de los cinco jesuitas españoles, quien se identificó sólo como la señora de Cerna, afirma en su declaración ante el juez que los hombres que asesinaron a los sacerdotes vestían ropa militar de camuflaje y otros uniformes de color prácticamente negro. El enviado especial tuvo acceso a la declaración escrita de la señora de Cerna, que es encargada de la limpieza del rectorado de la Universidad José Simeón Cañas o Centroamericana (UCA), donde el pasado 16 de noviembre se produjo la matanza. El padre Ignacio Ellacuría, uno de los cinco jesuitas españoles asesinados, era rector de esta Universidad. Junto a él cayeron otro jesuita, de nacionalidad salvadoreña, y dos mujeres (la cocinera y su hija de 15 años). 

Otros datos relevantes de su testimonio son el que los asesinos no llevaban insignias, iban encapuchados y tardaron casi meia hora en cometer la masacre. La señora de Cerna, actualmente en Miami en compañía de su marido, Jorge Alberto de Cerna, y de su hija, Idalia, hizo su declaración en la residencia del embajador español en El Salvador, Francisco Cádiz, y protegida por el Gobierno de España. Inmediatamente después viajó a los Estados Unidos en el avión del ministro francés Cusner. 

Aún sigue bajo protección del Gobierno español. En su declaración ante el fiscal general de la República de El Salvador, la señora de Cerna relató todo lo que vio la madrugada del jueves 16 de noviembre desde la ventana de una habitación que linda con la vivienda donde fueron asesinados los jesuitas españoles. «A la una de la madrugada me despertó el tiroteo que sonaba afuera. Segundos después, escuché cómo las puertas de la residencia de los Padres se cerraban y abrían con violencia. El tiroteo era cada vez más intenso», señaló la testigo. «Me levanté descalza y me acerqué muy despacio a la ventana que da al interior de la residencia religiosa y desde la que puede verse parte del corredor.» Escuché voces, pero no entendía lo que decían. Sólo pude distinguir la voz del padre Nachito -el Jesuita asesinado Ignacio Martín Baro- diciendo que era "una injusticia, una encerrona"», prosigue el relato.

«Desde la ventana ví cómo cinco hombres que se encontraban frente a las gradas que dan a la parte lateral de la capilla Monseñor Romero disparaban apuntando hacia la residencia.» «Iban vestidos con uniforme de camuflaje y en su cabeza llevaban capuchas oscuras. Eran altos y fornidos. No ví ningún emblema ni distintivo», dijo la testigo. El testimonio de la señora de la limpieza continúa así: «había otros tres hombres situados a la izquierda de los que disparaban.» «Estos vestían uniforme oscuro, pero no exactamente negro, y también llevaban capucha. 

A continuación los cinco hombres entraron en el corredor, y el tiroteo se hizo más fuerte». «Fue en ese momento cuando dejé de oir la voz del padre Martín Baro. Entonces escuché cómo rompían cristales y arrastraban muebles y alguna otra cosa que no logré ver». «Por último, sonó el estruendo de dos bombas consecutivas que explosionaron en el interior de la residencia», concluye. La testigo, según su declaración, volvió a quedarse dormida hasta que a las cinco y media de la madrugada la despertó «una pesdilla». Se levantó, fue al baño a arreglarse y esperó media hora, hasta la seis, para ir a ver lo que había sucedido en la residencia de los Jesuitas. «Primero encontré los cadáveres de las dos mujeres - prosigue la señora de Cerna en su declaración. «Estaban destrozados. En la residencia ví un bulto azul, me acerqué y reconocí el cuerpo sin vida del padre Nachito; tenía sangre en la cabeza. 

Caminé un poco más y ví una cabeza blanca también tendida en el suela Era el padre Ellacuría». La señora de Cerna recogió sus documentos y se dirigió a la casa del padre Pedraz, situada dentro del recinto universitario, al que contó lo sucedido. Allí se encotró con un hombre, un supuesto testigo hasta ahora desconocido, que le dijo: «Me he salvado por un milagro de Dios. He estado todo el tiempo escondido en un cuarto lleno de tablas». 

Este misterioso hombre, que se hallaba en el garaje de la casa desde la cual la testigo presenció la masacre, iba curiosamente vestido con dos pares de pantalones. Hasta llegar a la casa desde la cual presenció lo que ahora relata en declaración jurada, la señora de Cerna, encargada de la limpieza del rectorado desde 1982, había huido de interminables combates y bombardeos nocturnos en el barrio de Soyapango, en donde residía junto a su marido y su hija. Mediante una llamada telefónica, esta mujer había pedido al padre Ignacio Martín Baro un lugar donde poder refugiarse. Era miércoles, 15 de noviembre. Escasas horas después se produciría la terrible masacre de la que ella sería testigo. El padre Agustín Baro había acomodado a la familia de refugiados en una habitación de la vivienda situada junto a la residencia religiosa donde él vivía junto a otros cinco compañeros y dos mujeres de servicio.

La declaración de esta única testigo ha sido calificada de «poco reveladora» en medios jurídicos de la capital. Al parecer, podrían existir otros testigos presenciales de los que, hasta el momento, nada se sabe. Otro religioso español, el reverendo Luis Serrano Lorente, natural de Villafranca del Penedés y que adoptó la nacionalidad salvadoreña en 1976, sigue detenido en la Guardia Nacional. El embajador español ha intentado sin éxito entrevistarse con el Padre Lorente, párroco de la iglesia de San Juan Evangelista, que fue detenido acusado de colaborar con los guerrilleros del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN). Junto a él fueron apresadas otros tres ciudadanos epañoles que ya han conseguido salir del país. El embajador español en El Salvador fue despachado por el Gobierno salvadoreño con la simple explicación de que «el padre Lorente tiene muy serias responsabilidades». 

El embajador Cádiz mantiene que se enteró el viernes pasado por sus propios medios de que le habían capturado. «Cuando arrestaron a los otros tres españoles en la misma iglesia, no encontraron al padre Lorente. Recuerdo que crucé los dedos para que le diese tiempo a salir del país, pero no fue así.» «No niego que el reverendo sea salvadoreño, pero también es español. El asunto es muy difícil y lucharemos duro para solucionarlo». Todo parece indicar que en los próximos días, los casos de religiosos encarcelados van a ser frecuentes. Las Fuerzas Armadas ya tienen una lista de sacerdotes extranjeros «acusados de colaborar con los guerrilleros del FMLN». Una lista que ha provocado el terror entre los sacerdotes españoles.

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