La culpa de todos los males la tienen los jesuítas

Ahora parece que hay una conjura o conspiración contra don Mariano Rubio. Es muy español esto de atribuir la mala suerte, los propios fallos o las propias culpas a una confusa conjura sin nombre, y generalmente cósmica, para impresionar más. Aquí hasta el jubilado a la edad reglamentaria piensa que ha habido una conspiración de los gobiernos para jubilarle. Antañazo, en lugar de reconocer que habíamos metido el pie (o la mano en algún bolsillo ajeno), reposábamos nuestra inocencia acusando a los jesuítas o a los masones, según que uno fuese de derechas o de izquierdas. Luego, el referente ha sido el Opus Dei. 

En el tardofranquismo, el que no sacaba unas oposiciones, el despedido por ladrón, el que se le iba la esposa con un ilusionista, el que se arruinaba a la lotería, explicaban sus males por una conjura del Opus. Ahora, el caso Rubio/Ibercorp, que va estando tan claro y en el que ya entienden los jueces y juezas, ciertos medios y personas nos lo están presentando como una formidable y espantosa conjura contra el gobernador del Banco de España. Pero ahora no existe en nuestro país el Mal secularizado, mayúsculo y organizado (jesuitas, masonazos), de modo que a los inventores de la «conjura» les falta el referente.


Andan atando cabos por aquí y por allá: que si un periodista, que si Javier de la Rosa, que si un partido político, y en este plan. Está claro que no consiguen cohesionar un colectivo siniestro y opaco con apariencia de conjura. Y por ahí les falla la argumentación, hombre. En lugar de atenerse a los hechos concretos (estafas y falsedades demostradas) y a su seguimiento (estado judicial de la cuestión), los maestros de la nueva racionalidad española, los pontífices de la argumentación, la moderación y el «poco ruido», se lanzan románticamente al desparrame literario de inventar una conspiración universal contra un hombre solo, anciano y notable. Y, curiosamente, en vísperas de que este hombre solo, anciano y notable tenga que rendir cuentas o explicaciones, de nuevo, ante la nación, remendando con nuevas mentiras, esperamos, las mentiras viejas que dijo la otra vez. Pero lo de la conjura está bien inventado porque, como hemos dicho más arriba, a los españoles nos gusta mucho esto de las conspiraciones, los cucusclanes y las sectas. La cosa puede prosperar. Contra una conspiración económica de la eslora de Ibercorp lo más inteligente es inventarse novelescamente una conspiración contraria, confusa y difusa, dejando pistas sueltas como puntas de iceberg, cuando la verdad es que debajo no hay nada. Tampoco está uno muy seguro, por otra parte, de que el cirio de Ibercorp sea meramente económico. Esperemos a que empiece a despuntar la política. ¿Por qué Felipe González protege a Mariano Rubio moral y fácticamente (escoltas en su visita al juzgado)? 

De una mujer sólo te curas con otra y de un escándalo con otro escándalo mayor, propio o ajeno. Gracias a Filesa nos olvidamos de Juan Guerra, que sigue por ahí fumando, y gracias a Ibercorp nos olvidamos de Filesa. Como gracias al alcalde Peña nos olvidamos de Naseiro, Palop y el novio de Palop. Ya ven ustedes que la democracia es un invento animado y surtido. Antes no pasaban tantas cosas. Han sido absueltos el cabo y los veteranos que quemaron a un soldado bisoño porque todo era «juego y broma». Ahora estamos socarrando un poco a Mariano Rubio, que lleva la parrilla con menos humor y compostura que San Lorenzo, pero todo es juego y broma para hacer sofrito de banquero. En julio le llegará la jubilación y se irá con sus dividendos y su escritora a disfrutar de la gloriosa ancianidad en que ya ha entrado, ceñido por el laurel amargo y el acanto afrentoso y acerbo de los encausados. En esta España libre siempre hay un incosol sentimental y anónimo para estos artrósicos morales.

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