La que lían los moros de vez en cuando

Dégage, Ben Ali!, fue el eslogan más voceado de la revolución del jazmín. 

Lárgate, vete, no te queremos, le decía el pueblo tunecino al que había sido su presidente durante los últimos 24 años. Un año después de que el sátrapa y su diabólico clan familiar salieran huyendo del país, el Instituto del Mundo Árabe (IMA) rinde tributo a la primavera árabe con la exposición Dégagements, que se inaugura hoy en París y podrá visitarse hasta el primero de abril.

«Ya no comeremos más este pan», proclama el título de la obra de Hela Lamine: una composición de siete cuadros fechados entre noviembre de 1987 y enero de 2011 donde la reconocible silueta del dictador va degradándose cual retrato de Dorian Gray, hasta resultar decadente y repulsiva.

Así fue deteriorándose Túnez bajo el gobierno de Ben Ali, hasta alcanzar cotas de desempleo juvenil, ausencia de libertades ciudadanas, injusticia social y rapiña de las finanzas públicas que resultaron intolerables. En diciembre de 2010, el vendedor ambulante de 26 años Mohamed Bouazizi se suicidó quemándose a lo bonzo en la ciudad de Sidi Bouzid, después de que la policía le hubiera golpeado y confiscado la mercancía por no tener permiso de trabajo.

Aquel gesto kamikaze, que le causaría la muerte tras semanas de doloroso tratamiento hospitalario, fue la chispa que desencadenó el movimiento de protesta popular.

Hoy, el libanés afincado en París Ali Cherri lo homenajea en el IMA con una escultura de madera que proclama No soy un pirómano. Pero, cuando uno se acerca para ver la obra en detalle, se percata de que las letras están formadas por cientos de cerillas quemadas, clavadas sobre una tabla de pino. Redundando en el mismo tema, Cherri propone igualmente una litografía titulada Kit de inmolación, que consiste en un aspa roja sobre fondo blanco, señal ferroviaria que significa avanzar.

Cherri es, junto con la marroquí Majida Khattari y el malinés Abdoulaye Konate, uno de los pocos no tunecinos de la exposición, a los cuales la comisaria Géraldine Bloch ha invitado a participar por su relación afectiva con aquel país.

Además de compatriotas que vivieron en sus carnes la revolución del jazmín, la comisaria ha invitado también a tunecinos que se encontraban esos días en el exilio, como Nidhal Chamek, hijo de un opositor al régimen y estudiante de Bellas Artes en París, quien ha explicado cómo tuvo que abandonar el país para poder desarrollarse como artista, por ser un activista perseguido y haber sido incluido en una lista negra. En el Túnez de Ben Ali, al parecer, incluso la adquisición de sprays de pintura resultaba sospechosa, y el comprador tenía que rellenar una ficha con sus datos personales que el vendedor enviaba posteriormente al Ministerio del Interior.

Así que las pintadas son, claro, una de las técnicas de expresión plástica favorita de los creadores reunidos en Dégagements. Patricia Triki ha fotografiado muros con frases como To take revolution is to take solution, mientras que Jellel Gasteli emplea técnicas constructivistas sobre lienzo para proponer Rock the Kasbah!, en clara alusión a la canción de The Clash.

Nadia Khiari ha colgado algunos de los dibujos de su célebre cómic Willis, un gato protestón que se convirtió en símbolo del movimiento de protesta a través de Facebook. Faten Gaddes, por su parte, ha montado un auténtico cuadrilátero de boxeo donde los putching balls lucen fotos de mujeres y el cartel de Made in Tunise. Y Halim Karabibene fotografía a unos peculiares soldados del arte, con ollas exprés a modo de caso y rastrillos en vez de lanzas, que dicen defender la libertad creativa de ese Musée National d'Art Moderne que el tirano tuvo en su punto de mira.

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