Hungría busca un préstamo con urgencia

El gobierno de Hungría claudica ante la UE y asegura que negociará «sin condiciones» la concesión de una ayuda financiera de 8.000 millones de euros, última posibilidad de evitar una quiebra inminente. A pesar de que los intereses de su deuda rozan el 10%, la última subasta ha sido un clamoroso fracaso y Viktor Orbán se ha visto obligado a bajarse del burro y pasar por el aro europeo.

En la citada subasta, el Tesoro magiar pretendía captar 45.000 millones de florines (140 millones de euros) en letras a 12 meses, pero se saldó con la colocación de apenas 35.000 millones de florines (110 millones de euros) a un interés del 9,96%, el más alto desde abril de 2009 y un 26% superior al abonado en la anterior operación similar. El coste de asegurar frente a un impago la deuda húngara ha escalado hasta los 733 puntos básicos, desde los 650 con los que inicio el año.

La cotización de la moneda húngara, además, ha marcado esta semana varios mínimos históricos y se cambia a casi 320 forintos por euro, debido a que la imposibilidad de pagar los vencimientos de su deuda es cada día más inminente. Hungría se encuentra en graves dificultades financieras al enfrentarse a la necesidad de refinanciar este año unos 5.000 millones de euros de deuda, en gran parte relacionada con el rescate de 20.000 millones de euros por parte del FMI y la UE recibido en 2008. Ya en el mes de noviembre, con unas cuentas poco prometedoras, el Gobierno húngaro acudió a la UE y el FMI para pedir lo que denominó un «crédito preventivo».

Un equipo de expertos de Bruselas viajó a Budapest y estuvieron examinando el proyecto, pero se encontraron con que las cuentas, además de poco prometedoras, estaban poco claras. Tras dos semanas de farragosa negociación con un gobierno nacionalista que vende a su electorado la supuesta digna actitud de no postrarse ante Bruselas, los expertos se volvieron por donde habían venido y el proyecto de ayuda quedó aplazado.

El principal obstáculo a las ayudas es la nueva ley que recorta la independencia del Banco Central húngaro y que repele a los inversores. La Comisión Europea ha anunciado que no planea volver a Budapest para retomar las conversaciones hasta que no reciba garantías por parte de las autoridades de que abordará la serie de polémicas leyes constitucionales que incluyen ese apartado; además de muchas otras sobre libertad de expresión y funcionamiento parlamentario sobre las que Bruselas tiene mucho interés en influir a la contra.

Si el partido gubernamental, Fidesz, accede ahora a hablar de esas leyes con los funcionarios europeos es porque la presión es enorme por parte de la ciudadanía, que acaba de realizar protestas masivas en las calles a principios de año. Y también por parte de las agencias de calificación de riesgos Moody's y Standard & Poor's, que en diciembre rebajaron la calidad de la deuda soberana húngara a la categoría de bono basura.

Janos Lazar, líder del grupo parlamentario de Fidesz, subraya que «los ingresos y gastos públicos están prácticamente equilibrados y la situación no sería tan crítica si no fuera por la restricción de crédito en los mercados, que no permite al país refinanciarse con normalidad». Pero la Comisión Europea insiste en que la percepción de los mercados sobre la posible falta de independencia del Banco Central de Hungría crea «un problema sistémico» para el conjunto del Sistema Europeo de Bancos Centrales.

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