Europa llena de vagabundos y borrachos

Sorpresas del llamado mundo desarrollado: el profesor Graham Bentham ha afirmado, en una ponencia presentada en la conferencia anual de la British Geographer que se celebra en Glasgow, que la mortalidad infantil ha aumentado en el Reino Unido desde el año 1.986 debido a la pobreza. Todavía hay más sorpresas: en un libro que se acaba de publicar, tres profesores afirman que a partir del año 1992, fecha mágica para la Comunidad Económica Europea,. van a pintar bastos para las gentes de la tercera' edad: en el balneario de Europa se vaticina pobreza para la gente de edad avanzada. Los vagabundos o cokneys londinenses ni se enteran de estos informes. Nada hay tan entrañable como un vagabundo o un cokney londinense, tipo de raza especial que movió un día al poeta Angel González a interrogarse sobre donde deben beber estos viejos y alegres borrachos.
Borrachos que suelen dar traspiés educadamente, sin perder nunca la sonrisa y la afabilidad, y suelen presentarse de dos en dos, ayudándose a caer y levantarse con una eficacia cómica de la que ellos mismos parecen ser conscientes. Un día, Angel retrató con. afecto: o cokneys, desvergonzados, cínicos, pero siempre con un gracioso sentido, de la cortesía, sus narices rojas y sus harapos sirvieron de modelo a muchos payasos que ganaron dinero y fama por imitarles en sus rutinas». 

«Nadie -continúa el poeta- les da crédito pero aellos no les importa; yo les he visto, todavía hoy, cayendo sonrientes sin esperar el aplauso del público, acompañados por los compases de la banda de música del Ejército de Salvación». Mercé Vilaret, la ralizadora de Televisión Española en Barcelona, estuvo unos dias en Londres y todas las mañanas, después de comprar un periódico y un par de cajetillas de cigarrillos, se sentaba en un banco de madera cercano a su hotel. Un día se sentó a su lado un vagabundo de nariz roja y la miró de soslayo en tanto Vilaret iba consumiendo su cigarrillo, fuma como una descosida esta mujer, enfrascada en la lectura del periódico. En un momento dado, mientras pasaba una página y levantaba mecánicamwente los ojos, observó la mirada del vagabundo y avezada en captar sentimientos a través de los objetivos de las cámaras, la supo interpretar. ¿Un cigarrillo?le preguntó al vagabundo al tiempo de tenderle la cajetilla. Por favor. Yo no soy uno de esos pobres que van pidiendo. Yo soy un vagabundo vocacional- le respondió el hombre al tiempo de rechazar el ofrecimiento con un gesto cargado de dignidad.Perpleja, Vilaret volvió a la lectura del periódico. El vagabundo le dió unos suaves golpecitos en el hombro. Perdone que la inoportune, amable señora. Me gustaría sugerirle que no apure el cigarrillo hasta el filtro. Asi todavía lo podré aprovechar cuando lo tire. Los pobres son otra cosa. Los pobres que duermen en cajas de cartón bajo el puente de Charing Cross no tienen la nariz roja ni visten como los grandes payasos. No hay en ellos ni ironia, ni cinismo, ni desverguenza.

Hay amargura, derrota, humillación. Incluso algunos de ellos, esos que tan pulcramente vestidos recorren durante horas y horas las papeleras de Victoria Station sosteniendo en una de sus manos la bolsa de plástico de cualquier gran almacén, ocultan bajo la apariencia de viajeros en tránsito lo vergonzante de su indigencia. Clase media que un día recibió clases de piano y nunca tuvo con ciencia de pertenecer al mundo del proletariado, que como una mancha de aceite se iba extendiendo con la nueva tecnología y así terminaron: recogiendo discretamente papeles sin que se enteren los vecinos, como esa clase media española que vive en grandes, baratos y viejos pisos y sólo deja ver su miseria al sagaz observador de los abrigos raídos o de los cuellos de camisa modelo 1.950, mientras las visitadoras sociales hablan de las sábanas que ya son apedazados retales, de la cena consistente en mucho pan y un poco de chocolate o de los cristales que se rompen y son sustituidos en las ventanas por papeles de periódicos. 

Europa es así. Occidente es así. Tal vez todo el mundo sea a la postre así. La ruta dramática del puente de Charing Cross o de los portales del Strand londinense son paseos ideales para esos políticos sin distinción de siglas, enamorados del desarrollo coreano, fanáticos de las estadísticas japonesas, como el «conseller» de Economía y Finanzas de la Generalitat, Maciá Alavedra.NEGOCIOS.- Hasta en el tema de la pobreza usan la estadística estos cabezones. Ven al pobre no como a un tipo que les dice «oiga, que me sacan del piso por no pagar el alquiler», sino como sujeto al que se le tiene que preguntar absolutamente todo lo concerniente a su vida para a partir de ahí extrapolar. datos, hacer grupos, dividirlos en sub grupos, crear marcos de referencia, hablar de trabajos de campo y aplicar la estadística para llegar a la conclusión de que el mes de abril del 88 habían en Barcelona, Sevilla, Madrid o Valencia 2, 6 pobres menos que ahora y, en resumen, pulirse el presupuesto de asistencia social entre la extensa nómina de teóricos de variopinto pelaje que a costa del hambre de los pobres dan ruedas de prensa en restaurantes de cinco tenedores. El «Morning Star», sesenta años aguantando en el Reino Unido la llama de la fe comunista, está amenazado de cierre. Moscú, que compraba la mitad de su edición para distribuirla por la Unión Soviética, ha dicho que la «perestroika» no está para estas cosas. Que Aeroflot reduzca a la mitad su carga de «Morning» en una puñalada a la economía del diario. 

Más que por defender las esencias comunistas en Inglaterra, la «perestroika» está interesada en los condones británicos. Moscú ha llegado a un acuerdo para que la I ondon International Group les fabrique cien millones de preservativos al año. Como todavía son pocos, una empresa japonesa ha firmado un contrato para fabricar en laUnión Soviética otros 300 millones de condones al año. A lo mejor, el «Morning», que moral la suya en un medio hostil, siempre creyó en el fin del capitalismo a partir del descenso de la natalidad. Los sociólogos tienen buen material para trabajar sobre el tema si las canciones que las tropas norteamericanas hicieron sonar a todo volumen ante la nunciatura del Vaticano en Panamá fueron escogidas por los especialistas en guerra psicológica sabiendo que afectarían a la moral de Noriega. «Luché contra la ley y la ley ganó», de Booby Fuller, es un buen título pero los entendidos en rock dicen que la letra no es muy agresiva. «Tú no eres bueno», de Linda Ronstandt, hay que reconocer que es buen título para hundir la moral de un acosado. "Yo seré tu amante de pelo largo de Liverpool» ¿pudo afectar sentimentalmente al duro general?. «1 a canción de la piña colada» ¿estaba previsto que le produjese nostalgia de chiringuito?. A la espera de la tesis doctoral sobre el tema, David Bowie, Lou Reed y Rupert Holmes son algunos de los nombres que con sus canciones -algunas de ellas pasadas ya de moda, y es que los especialistas en guerras psicológicas siempre suelen ser cincuentones con fracaso sentimental a cuestas- no dejaron dormir al general Noriega. Rendirlo, lo rindieron otras cosas.

La actriz Glenda Jackson ha definido el tráfico en Londres con unas palabras que, simplemente con cambiar el nombre de la capital británica por el de la ciudad propia suscribiría cualquier vecino de cualquier urbe metido en el caos circulatorio de cualquier hora. «Londres comenta- es un tugurio con su infraestructura cayendo en pedazos. Cualquier día de lluvia es más fácil poder llegar en avión a Mongolia que en coche o en autobús a tu lugar de trabajo».

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